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Editorial - 1130

 


Sentimiento de culpa - función

 

Todo en la naturaleza se rige por leyes. Los instintos son leyes naturales que rigen la vida de los animales. También rigen la vida de los seres humanos, debido a que tenemos una parte animal. La función de los instintos es gararantizar la supervivencia de los individuos y de las especies; pero, a lo largo de la evolución, los instintos han perdido fuerza en beneficio de la inteligencia y de la conciencia; por lo que, además de los instintos nos guían otras leyes, como la Ley de la Conciencia, cuya función es garantizar la supervivencia y la evolución moral y espiritual de las personas.

 

La ley moral es muy compleja, por lo cual resulta difícil definirla. Es como una luz que ilumina y ayuda a ver el valor de las cosas y a distinguir entre el bien y el mal. Es también como una voz que nos habla en silencio y nos informa sobre el valor moral de nuestras acciones; en cierta forma nos dice lo que debemos hacer y lo que debemos evitar. 

 

Las personas poco evolucionadas son muy instintivas, tienen poca conciencia, por tanto, tienen escaso sentimiento de culpa y de remordimiento. Esta situación les lleva a quebrantar las leyes naturales de forma reiterada, pero la naturaleza no perdona a nadie, por lo que están condenadas a pagar las consecuencias de sus errores. Por esta razón, la ignorancia es el peor de los males.

 

A medida que las personas evolucionan, desarrollan más sensibilidad (Es importante comprender el significado exacto de evolución. No es lo mismo conocimiento y progreso que sabiduría y evolución. Existen muchas personas con mucho conocimiento, pero con escasa conciencia de los valores, por lo cual, tienen poca sensibilidad moral y son proclives a diversas formas de corrupción.

 

Las leyes resultan molestas e insoportables para quienes quieren vivir de forma libertina, pero resultan livianas para quienes funcionan correctamente. Las leyes sirven para canalizar la acción. Por tanto, el problema no está en la ley sino en la falta de evolución de las personas.

 

Las personas más evolucionadas tienen más conciencia, más sensibilidad y más sentimiento de culpa cuando quebrantan la ley.

De acuerdo a lo expuesto, pareciera que es preferible ser poco evolucionado y tener poca conciencia para poder vivir a nuestras anchas. El problema está en que, el mayor valor de la evolución es el desarrollo de la conciencia, pues, a partir de este desarrollo podemos vivir con más plenitud.

Existen muchos niveles de conciencia, que discurren desde lo insignificante hasta la plenitud casi absoluta. Lo importante es, en qué nivel de evolución intelectual, social, moral y espiritual te encuentras tú, porque, según sea tu nivel de evolución, será tu éxito y tu felicidad.

 

El sentimiento de culpa y el remordimiento son mecanismos de supervivencia a nivel moral; mantienen la conciencia despierta e informan cuando hay conductas incorrectas y exigen una rectificación para evitar la auto destrucción. Como las personas tienen libre albedrío, pueden obedecer o no el imperativo de la conciencia. Cuando las personas son fieles a la voz de la conciencia se afianzan en sus valores y adquieren más fortaleza para controlar los impulsos instintivos y avanzar por el camino de la verdad y del bien, pero, cuando se dejan llevar por los impulsos instintivos, pierden el control de su vida y se convierten en víctimas de fuerzas irracionales.

 

Así como la fiebre o el dolor aumentan en la medida en que se agudiza el problema de salud, del mismo modo, el sentimiento de culpa, el remordimiento y la angustia se hacen más intensos cuanto mayor es el peligro que corre la persona. Tanto el cuerpo como la mente y la conciencia tienen cierto grado de tolerancia, pero, cuando corren peligro la salud física, mental, moral o espiritual, saltan las alarmas.

 

El problema radica en que, así como un cuerpo carente de sensibilidad, no tiene conciencia de lo que le ocurre y no puede defenderse, del mismo modo, una persona que no tiene valores morales, tampoco tiene conciencia del valor de las cosas y no puede tener conductas correctas que le ayuden a desarrollarse y a evolucionar como persona.
La falta de fortaleza moral se paga muy cara en forma de fracaso y frustración.

 


Conclusiones

 

Todos tenemos algún sentimiento de culpa y remordimientos por causa de oportunidades perdidas, por cosas que hemos hecho mal, por no haber amado lo suficiente, por no haber ayudado, por haber sido egoístas e irresponsables y por no haber sido felices. Necesitamos liberarnos de este peso, y, la mejor forma es perdonar a los demás y perdonarse.

 

La culpa y el remordimiento son problemas ancestrales, se deben a que nuestra mente está saturada de tabúes o prohibiciones, cuyo quebrantamiento es castigado severamente por la sociedad o por Dios. En ambos casos nuestra vida depende de factores externos y no de nosotros mismos, lo cual genera temor y angustia. Necesitamos tomar el control de nuestra vida, y, para ello, necesitamos analizar y justificar, con honestidad, los valores que deben guiar nuestra vida y actuar en consecuencia.

 

Muchos de los problemas psíquicos y de las enfermedades que afligen a la sociedad se deben a sentimientos de culpa y a remordimientos, que, poco a poco, realizan su función destructiva. En estos casos las personas no tienen conciencia clara de estos sentimientos porque se desarrollan a nivel inconsciente.

 

Es importante racionalizar las cosas, ser honestos y actuar con buena intención. No es bueno ser perfeccionista y tampoco libertino. Es importante encontrar el equilibrio en las cosas.


Necesitamos pasar de una moral represiva, orientada a reprimir y evitar, a una moral proactiva, orientada a actuar con verdad, con justicia y con honestidad; no sólo por razones religiosas o morales, sino porque es una exigencia de la misma naturaleza y una forma inteligente y efectiva de vivir. 

Necesitamos liberarnos de muchos paradigmas, creencias y obligaciones inútiles y ser más exigentes en la práctica de los valores que favorecen la evolución (honestidad, bondad, disciplina, responsabilidad,...)


Las exigencias morales deben ser equilibradas, lo suficientemente consistentes como para controlar los instintos y pasiones y lo suficientemente flexibles como para no oprimir el espíritu.


 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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